Las noches de amor en el olivar de Liberata La Mora

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Javier Villanueva

LAS NOCHES DE AMOR EN EL OLIVAR

DE LIBERATA LA MORA


PRIMERA PARTE

SITUACIÓN 1

(Casa de la Sra. Juana.)

NIÑA: ¡Señora Juana, señora Juana... ya la han cogido! ¡Se escapaba por lo alto del olivar hacia los cerros para luego saltar al mar!

JUANA: ¡Gracias a Dios! ¿Dónde está?

NIÑA: La bajan a caballo, y viene con la cara pintada del color de las amapolas.

JUANA: ¡No la mires! ¡Tápate si es necesario los ojos con ortigas, pero no la mires! ¡Mirarla es verle la cara al pecado!

NIÑA: No, señora Juana.

JUANA: ¿Por dónde la bajan?

NIÑA: Por la cañada del pastor.

JUANA: Escucha: vas a casa de la Paca y de la Andrea. Diles que vayan a su encuentro y que la lleven al corralón. ¡Que no hagan ruido! Nadie en el pueblo ha de enterarse. ¡Y menos los hombres! Que no la peguen. ¡Que la amarren con sogas a los ganchos de las paredes!

NIÑA: Sí, señora Juana. (Sale.)

SITUACIÓN 2

JUANA: Si los hombres la vieran podrían sentir piedad de sus pechos jóvenes y sus carnes frescas. Y en asunto de mujeres hablan alto y les bailan las navajas en los bolsos del pantalón. Por eso es mejor que este asunto lo tratemos las mujeres, que sabemos manejar la fuerza salvaje que tiene esa perra y que tanto enciende la sangre a los hombres. ¡Yo sé los que suben cada noche a su choza!... ¡Liberata, ya has pasado tu última noche de amor en el olivar! ¡Yo sé cómo domar esa fuerza salvaje que Dios te ha dado!... ¡Sin voces altas! ¡Sin navajas queriendo salir deprisa de los bolsos!

SITUACIÓN 3

(Entra la hija.)

JUANA: ¿Dónde has estado?

Mª MANUELA: De paseo.

JUANA: Hace más de una hora que debieras estar ya en casa.

Mª MANUELA: Aún no es de noche.

JUANA: El tiempo en esta casa lo marco yo, y la noche, para las hijas decentes, comien- za a las siete, porque a esa hora ya está el sol camino del mar. Si aquella tarde tubiera regresado a casa a la luz del día, no pasaría lo que pasó. Pero no. Buscaste la noche como una perra en celo.

Mª MANUELA: ¿Es que no cansas de torturarme con esa noche?

JUANA: ¡No! ¡No me canso porque la tengo clavada como una estaca en la memoria, y cada vez que la recuerdo, la estaca se hunde más!... ¿Qué has hecho para venir  tan tiznada?

Mª MANUELA: Nada.

JUANA: ¿Has paseado a gatas para traer esas manos y esa cara?

Mª MANUELA: He estado tirando piedras al río.

JUANA: Pues ya eres mayorcita para hacer esas cosas... ¿Has oído algo por el pueblo?

Mª MANUELA: ¿Qué he de oír?

JUANA: Hemos cogido a la Liberata, y no queremos que se enteren las gentes. Por eso te pregunto si has oído algo.

Mª MANUELA: No ¿Y por qué la habéis cogido?

JUANA: Por indecente. Porque pervierte a los chicos. Los sube de noche al olivar y se acuesta con ellos.

Mª MANUELA: Yo no he oído eso. Yo he oído que son los hombres casados los que suben al olivar, y que quieren acostarse con ella... Pero Liberata no les deja acercarse a su choza. Les echa los perros, y saben que maneja bien la escopeta. También he oído que más de uno le ha suplicado que se marchara con él. Que si accedía, él estaba dispuesto a dejar la mujer y los hijos.

JUANA: ¡Eso es mentira!

Mª MANUELA: Es lo que he oído.

JUANA: ¡Pues no vuelvas a repetirlo ni en casa ni afuera! Ahora ve al trastero, coge un cántaro y llénalo de agua. Después vas a la panadería, y que te den una hogaza de pan duro.

Mª MANUELA: ¿Pan duro?

JUANA: Eso he dicho: pan duro. Y no tardes... He de tener cuidado con esta cabra de hija. Defiende a la Liberata. Porque he cortado a tiempo, si no, tendría también sus noches de amor en nuestro olivar.

SITUACIÓN 4

(Entra la Niña.)

NIÑA: Señora Juana, Liberata ya está en el corralón. Pero ha mordido a la señora Encarna en una mano, y la ha hecho sangrar. Pero no ha gritado.

JUANA: Que se lo arrasque. Esa sabe que su marido es uno de los que suben al olivar y aún no le ha metido veneno en la comida. Que se lo devuelva al marido cuando la busque en la cama.

NIÑA: El mordisco ha sido como un tajo de cuchillo.

SITUACIÓN 5

(Entra la vieja con el cántaro y la hogaza.)

NIÑA: Hola, María Manuela.

Mª MANUELA: Hola, Martita.

JUANA: Vete y dile a la Paca que iré enseguida.

NIÑA: Sí, señora Juana. (Sale)

JUANA: Sácale un poco de agua a ese cántaro.

SITUACIÓN 6

(En el corralón.)

LIBERATA: Beatas... Santurronas... ¡Beatas que os creéis guardianas del templo, clavad mis manos al suelo! ¡Santurronas, crucificadme sobre la cal de las paredes, y en la crucifixi ón amarrad con cadenas mi sangre para que no se mueva! ¡Traed yuntas de bue yes para que me arrastren al río, y lapidadme en el arrastre, que aunque mi cuerpo se vaya quedando en migajas por el camino, y mi sangre con sus cadenas vaya señalando las huellas de vuestro crimen, mi ALMA de AMANTE seguirá libre más allá de vuestros bueyes, y vuestras piedras... y vuestra intolerancia!

SITUACIÓN 7

(Aparece por un extremo la Niña.)

LIBERATA: No me tengas miedo, niña. Conozco a tus padres. Eres hija de Antonio y Rebeca. Trabajan las tierras de la bruja de Juana. Son buena gente. Pobres, pero buena gente. En las fiestas tu padre era el único que trepaba a lo alto de la cucaña a coger el pañuelo verde. Luego lo entregaba a tu madre, y lo entregaba en medio de un mar de envidias de mozos y mozas .Yo tambi én fui niña pobre en este pueblo de santurronas que ponen una vela a Dios y otra al diablo... Corrí por sus calles, jugué en las eras y cacé mariposas en los trigales. De las Colinas hice montañas, y de las acequias mares por los que navegaban mis sueños en barcos de papel... Pero este pueblo de cainitas no es bueno para las niñas pobres y los perros. Para las niñas pobres, porque el tintineo de las monedas que querrán llevar a casa, las empujará a profetas de la lujuria y la corrupci ón. Para los perros, porque en las noches oscuras se les cose la boca con trapos, para que no ladren a las sombras que saltan tapias y entran en las casas por las ventanas traseras.... Una noche yo vi una reyerta entre sombras en la era, y un perro, rabioso por el trapo, lo rompió y corrió a lamer la sangre que vertió el muerto sobre la tierra... Acércate, niña, que voy a confesarte un secreto que llevo guardado en mi sangre... Acércate más, pues tampoco me flo del aire sucio del corralón . (Confidencial) ¡En el pueblo hay hombres que les gustan las niñas pobres! Niñas que tienen senos como manzanas y carnes que comienzan a florecer... Son hombres que hacen sonar el dinero en el bolso de su pantalón, y dicen que saben nidos de alondra en el bosque, y que conocen corrales oscuros donde las ovejas paren corderitos azules... ¡Cuídate, niña, de esos hombres! ¡No acudas al reclamo de su dinero! ¡Y aunque los veas en la iglesia hablando con Dios como si fuera su amigo, o llevando a sus hijas de la mano, no te acerques a ellos, porque esas manos que a ti te parecerán dulces, son las mismas que tapiar án tu boca con fuerza para que no salga el grito, mientras te llenan el cuerpo de baba! (La niña se va) ¡Niña! ¡Yo fui con ellos, siguiendo el tintineo del dinero, al bosque y a los corrales, y ni encontré nidos, ni vi corderitos azules!... ¡En el bosque y en los corrales sólo hallé una mano grande como una pala cavadora tapiándome la boca, y un dolor que part ía mi cuerpo por la mitad! (Creciendo) ¡Pero las niñas pobres son fantasiosas, y confunden un dolor que rompe el cuerpo, con simples dolores de tripa!

SITUACIÓN 8

(Entra Juana)

JUANA: ¡Aquí quería verte yo, fantasiosa, saqueadora de camas decentes! ¡Así, amarrada a los mismos ganchos que sujetan a los carneros en el sacrificio, porque eres un animal salvaje, parida por otro animal salvaje que fue tu madre!

LIBERATA: ¡Ha venido una bruja y no ha traído su escoba!

JUANA: Porque los vientres que engendran ponzoña y canjura, los vierten sobre ventre propicios a esos venenos, y el tuyo lo es...

LIBERATA: En los cuentos de niños, las brujas vuelan a caballo de sus escobas.

JUANA: Por tu juventud tus carnes guardan calor, como el horno que cuece el pan.

LIBERATA: Ha venido una bruja y no ha entrado por la chimenea.

JUANA: Y en la frescura de tus pechos desean lavar la cara los hombres cuando regresan del campo.

LIBERATA: A lo mejor esta bruja ha sido expulsada de la comunidad por envidiosa y mala.

JUANA: Llamas con tus cantos embrujados desde el olivar a los jóvenes, que corren hacia ti para probar los primeros bocados del pecado.

SITUACIÓN 9

(Entra María Manuela con el cántaro y la hogaza.)

JUANA: Aquí tienes tu pan y tu agua. Liberata la Mora, el agua y el pan harán en silencio el trabajo del hacha y del cuchillo, pero sin el escándalo de la sangre vertida y salpicando la cal de las paredes. Sin la tronada de los gritos cuando le ven la cara a la muerte... Al cabo de unos días, tu voz será un hilo colgando de la garganta, tus pecco tendrán el tamaño de una nuez, tu carne seca como la piel de los carneros sacrificados, y tu fantasía, resquebrajado el armazón, será un pájaro muerto pudriéndose en un rinc ón de tu cabeza... Y cuando todo tu cuerpo tenga la forma de un muñón, yo vendré con la Muerte, trayendo de la brida el caballo que te devolverá al olivar... ¡Y en el olivar seré misericordiosa contigo, arrojándote al barranco donde yace la perra de tu madre!... Después, Liberata la Mora será sólo un recuerdo. ¡Un mal recuerdo!... ¡Vámonos! (María Manuela mira a Liberata desde la puerta.) ¿Qué miras?

SITUACIÓN 10

LIBERATA: ¡Bruja! No me asustan tus amenazas. Puedes machacarme la carne sobre un yunque, reducir mis pechos al tamaño de una alubia, sacarme los ojos con tus uñas, dar un tajo a mis labios para que mis besos sean de sangre... Puedes, bruja, convocar las navajas del pueblo y soltarlas como perras guardianas por el olivar... Coloca si quiete un monte de fuego a las puertas de mi sexo, y una manada de toros pisándome los pies, y si no es suficiente, haz con todo ello una barricada y colócala a la puerta de mi choza, que mi ALMA de AMANTE saltará por encima de las llamas altas, para ir al encuentro de mi amado, que ya viene hacia mí por los caminos de los montes.

SITUACIÓN 11

(Entra una Muchacha.)

MUCHACHA: Liberata, recuerda que yo ya te había advertido que seguir viviendo en ese olivar silvestre te iba a traer malas consecuencias. Y no me he equivocado.

LIBERATA: Me está hablando una zorrilla.

MUCHACHA: No me importa que me insultes, sabes que por mi condición de creyente y practicante te perdono. Tampoco me importa que te hagas la loca. Hace años que te conozco, y como suele decirse, sé de qué pie cojeas. Yo vengo a decirte, (confidencial), y he venido corriendo un gran riesgo físico, pues buenas están contigo la señora Juana, la señora Paca, la señora Andrea, la señora Encarnación, a quien has mordido salvajemente. Se ha tenido que poner la inyección antitetánica. Como te decía, he venido a decirte que yo tengo la conciencia tranquila. ¡Muy tranquila! Porque siempre he querido ayudarte, ser tu amiga, pero una amiga íntima, íntegra y sincera, Y no creas que en este mundo tan materialista, que sólo piensa en los placeres terrenales, olvidando la palabra de Dios y la muerte de Cristo en la cruz... ¡Jesús, se me ha ido el santo al cielo!... Bueno, en una sola palabra, ¡que tengo la conciencia tranquila! ¡Pero que muy tranquila!

LIBERATA: Siempre ha preferido lobos a zorrillas. Los lobos matan a cara de perro.... Las zorrillas se agazapan en la noche, porque la noche es buen territorio para los  raidores y los cobardes.

MUCHACHA: Me ha vuelto el santo. De niña, cuando en la catequesis te hablaba de Dios, tú me respondías que tenías hambre, porque tu madre se había marchado a la ciudad con un tío suyo y no había vuelto. ¡Y allí, en la casa de Dios, y delante de los catequista que te hablaba de Dios! ¡Anteponer un mendrugo de pan a la palabra de Dios! ¡Pecado!, ¡herej ía!

LIBERATA: Esta zorrilla clama desde su madriguera en la noche...

MUCHACHA: ¡Y ahora, deliberadamente, tampoco quieres escucharme! ¡Pues me escuchar ás! ... Cuando aquella vez vino al pueblo la señora marquesa a ver sus tierras y a dejar un donativo para los niños pobres, te elegí a ti en representación de los niños de esa clase social... ¡Me da sofocos recordarlo!... ¡Tú, Liberata la Mora, en vez de besarle la mano a la señora marquesa, se la escupiste! ¡Se la escupiste! ¡A la señora marquesa! Y porque te pegó una bofetada, que bien la merecías, e incluso más de una... Decía, que porque te pegó aquella simple bofetada, tú, Liberata la Mora, la llamaste puta, y la señora marquesa se desmayó! ¡Llamarle puta a la señora marquesa, con lo caritativa que es! ¡Y conociendo su sensibilidad, ha sido un milagro que no se nos muriera allí mismo! ¡Morirse la señora marquesa en plena calle! ¡Me da el sofoco!

LIBERATA: Al zorro clamor responden las luces de un coche desde la oscuridad.

MUCHACHA: ¡Y luego esa lengua que no siente temor a Dios! ¡Esa lengua que levanta calumnias tan grandes como esas montañas de nieves perpetuas!

LIBERATA: Y el encuentro se produce en el asiento trasero del coche a las afueras del pueblo.

MUCHACHA: ¡Como Dios es justo, espero que te envíe una enfermedad a esa lengua que Él mismo te regaló para que le rezaras!

LIBERATA: La zorrita es hábil abriendo braguetas de hombres casados.

MUCHACHA: ¡Un cáncer! ¡Esa lengua merece un cáncer que la haga caerse en pedazos al suelo! ¡Y ahora mismo iré a la iglesia a pedírselo a Dios nuestro Señor! ¡Te odio Liberata! ¡Te odio! (Sale.)

SITUACIÓN 12

LIBERATA: Liberata la Mora. Hija de una mujer humilde y un olivo macho. Cuenco hecho carne donde se guardan tres sangres que viajaron desde puntos lejanos... La sangre ardiente viene de los desiertos, donde el sol es fuego. Me la trajo un antepasado que cruzó el gran desierto cabalgando un caballo árabe durante una larga noche. Con las primeras luces del alba, reventó el caballo, y él, sediento hasta la extenuación, bebió su sangre. Del toro procede mi sangre brava. Otro antepasado paró con su pecho un toro en mitad de la plaza, en los días de fiesta. El toro, huido de la dehesa por el aguijón de un tábano, cuando vio aquel pecho desnudo desafiarle como un hacha carnicera, estrelló toda su furia contra él... Exhaló un mugido de muerte que atronó como un cañón. De entre la multitud, salió una mujer humilde, que con

manos blancas como el nácar abrió el vientrede la bestia, y en copa de plata escanció lasangre al vencedor. Pero a esas sangres quese juntaban y que pregonaban a voces mivenida, les faltaba la sangre telúrica, y ésa laaportó en abundancia un olivo macho...Sucedió al finalizar la recogida de la aceituna,en la fiesta en un claro del olivar. Otra mujerhumilde, nacida de un pecho matador detoros, y de unas manos de nácar, escanciadorasde sangre en copa de plata, bailabaebria de vino al son del quejido de una guitarraherida... En mitad de la danza la raptó elolivo macho, y yació con ella hasta que losgallos del Mundo cantaron por tercera vez...¡El toro está en mi sangre! ¡Y el olivo! ¡Y elcaballo! ¡Y el desierto!

SITUACIÓN 13

(Entra María Manuela. Liberata se repliega enun rincón.)

Mª MANUELA: Liberata... Liberata... Yo fui laque hice fuego y grité fuego al otro extremodel olivar para que pudieras huir a los cerrosque caen al mar... Al fallar mi treta apagué elfuego con las manos para que no ardiera tuolivar, ¡y no me hubiera importado dejar lapiel en las llamas!... A los perros lancé brasasa los ojos, y piedras al caballo para que te llevaraa los montes, y en los montes habríassido una loba entre lobos y una perra salvajeentre perros salvajes... ¡Liberata la Mora, yoestoy aquí sabiendo que luego me arrastrarán de los pelos por el patio!

LIBERATA: (Desde el rincón) ¡Has matado un niño que venía por los caminos de tu sangre!

Mª MANUELA: ¡Yo no he sido! ¡Fue madre! ... Una noche mandó azuzar con palos a los perros para que sus ladridos descuartizaran el silencio, y me subió a la serranía... Y allí reventó mi vientre por dentro para que vertiera sobre las piedras al niño. ¡Yo quería a mi hijo! A mí no me importaba que las gentes supieran que fue concebido en lo oscuro de un corral y que su padre fuera un hombre casado. ¡Me amaba y yo le amaba! Pero en medio de nuestro amor las familias habían levantado un muro con el odio y los muertos de una guerra que ya solo quedaba viva en la memoria de los viejos y muerta en las páginas de los libros... Desde niños, desde el primer momento en que nuestros corazones comenzaron a llamarse, hemos tenido que vemos sorteando la mirada de los muertos, y a través de una espesa niebla que invadía los encuentros en la escuela, los juegos en el recreo, los baños en el río... ¡El Amor! ... Hasta que una noche decidimos pasar por encima de los muertos, saltar las tapias del odio y atravesar desnudos la niebla, para fundimos en un abrazo de pasión sobre la paja del corral oscuro...

SITUACIÓN 14

(Entra la Niña.)

NIÑA: Mª Manuela, te busca tu madre y está furiosa. Dice que barrerá contigo las calles del pueblo y que molerá tus huesos a palos. También dice que pondrá candados a la puerta de tu habitación, y rejas a la ventana para que te pudras viva en ella.

Mª MANUELA: ¡Veinte años llevo pudriéndome ya! A veces mi aliento huele peor que el de los perros, y es por la podredumbre de carne y sangre que fermenta en mis entra- ñas... Esa que has llamado mi madre, de puertas afuera se hace la buena, la que da de comer al hambriento, de beber al sediento, y posada al peregrino. La que pone claveles a los pies de la Virgen y limpia con pañuelos las lágrimas al Cristo de los Puñales... Pero de puertas a dentro, critica, calumnia, levanta falsos testimonios, y te hace llorar de dolor con su lengua maldita, como si te amortajara con un vestido de  espinas...

(Sale.)

SITUACIÓN 15

(Hay un silencio. Luego suena una guitarra.)

LIBERATA: Es la guitarra del Luisillo. Habla de su soledad. El Luisillo vive en un mundo de silencio, donde ni siquiera puede oír a las tormentas estrellarse en la serranía. (Pausa.)

NIÑA: Liberata, las gentes del pueblo dicen que estás loca.

LIBERATA: Las gentes me tienen envidia. Me saben hija de la tierra y un olivo macho, y eso siempre despierta envidias. Niña, madre cuando yació con el olivo, se hizo tierra sobre la tierra. Después madre, llena de mí, bajó a su casita... pero se la habían quemado, y las mujeres le arrojaban piedras para que se marchara del pueblo. Regresó al olivar, construyó la choza y me parió en ella cuando los gallos del mundo preparaban sus gargantas para el canto. Esta es la historia real. La que cuentan los hombres en las tabernas, esa que dice que madre fue violada porque los excitó una noche que bailó para ellos, es mentira. Es producto de la frustración por desearla y no poder poseerla. Y la que cruenta las mujeres cuando se juntan a hablar en los patios, también es mentira. Madre nunca se subió a un coche negro, con un hombre de sombrero y cadena de oro colgada del chaleco, y regresó al pueblo con su vientre hinchado y la cara demacrada... Son mentiras de hombres de tabernas, y mujeres de lenguas maldicientes en los patios, que envidiaban la libertad de una mujer que gustaba a los hombres. ¡Padre fue un olivo, y madre una mujer que una noche se reencarnó en tierra sobre la tierra!

NIÑA: Liberata, ¡cómo me gusta tu locura!

LIBERATA: Madre no ha muerto. Descansa en la tierra caliente del olivo. Madre ha trabajado mucho, y su alma estaba cubierta de llagas... Esas llagas que producen las lenguas maldicientes... Yo también iré un día a descansar con ella a la tierra caliente del olivo... Cuando estoy triste le hablo despacito, para no despertarla... Me echo sobre la tierra y le digo cosas... Madre, regué tus camelias y lavé mi cara en el rocío de la mañana... Madre, he dejado al fuego ese guiso que tanto te gustaba, ese que llevaba espliego y trozos de carne de cordero... Nunca me saldrá como a ti, madre...

NIÑA: Liberata, si pudieran te matarían. Se lo oí a la Juana y a la Andrea... Es por las cosas que dices de sus maridos...

LIBERATA: Mi alma de Amada es libre. Lo dice el poeta en su libro sobre el Amor.

NIÑA: A la señora Juana se le sube la sangre a la cabeza cuando dices por ahí que su marido te llevó de niña al bosque...

LIBERATA: ¡El Amor es la unión entre partes del alma que andan divididas por este mundo!

NIÑA: ... y a los corrales oscuros.

LIBERATA: Yo busco mi parte para unirme a ella, porque también he leído en el libro del poeta, que las almas son esferas partidas, que primero estuvieron unidas y ahora se buscan...

NIÑA: Y la señora Andrea se muerde la carne porque pregonas por el pueblo que su hija se mete con hombres casados en los assento traseros de los coches, y que ella misma les abre las braguetas del pantalón...

LIBERATA: ¡El mundo de las almas es purísimo y etéreo! ¡La Amada, el Amado, ambos son partes que antes estuvieron unidas! Cómo el fuego en el pedernal, que espera el golpe del eslabón para salir, así espero yo la llamada de mi Amado, y al ser mi alma de Amante libre, sabe el lugar donde ha de encontrarse con él...

NIÑA: Liberata, si tú me contaras una de tus noches de amor en el olivar...

LIBERATA: Niña, yo me enamoro en sueños. Muchas mujeres se enamoran en sueños... Y esas que llaman mis noches de amor en el olivar... son sueños de amor... en sueños...

NIÑA: Liberata, yo guardaría esa noche y ese sueño de amor entre las páginas de un libro, igual que guardo hojas de mirto y laurel

LIBERATA: Niña, esta noche soy del sueño... Estoy cansada. Los perros y las mujeres me han perseguido a muerte por el olivar, y eran perros de cacería, y las mujeres llevaban dientes en el aliento... Niña, vuelve cuando la luna esté inmensa en los cielos ... Pero ahora marcha a tu casa. Tus padres, ricordando que eres niña pobre, estarán intranquilos esperándote...

(Oscuro.)


SEGUNDA PARTE

SITUACIÓN 16

(Noche.)

JUANA: Te niegas a comer y a beber. Es tu problema. No creo que aguantes muchos días. Ya se te ha ido el color. Es lo primero que se marcha. Después le siguen la carne, que languidece y se retira hacia los huesos. Y en esa retirada, arrastra el vigor de las fuerzas y la tersura de los pechos. Al final del cortejo, arrastrándose como un reptil, con un rejón de muerte clavado en su aire, va el fuego que llamaba a los hombres y levantaba la losa de los celos en el corazón de las mujeres... ¡Pero mi gozo sólo alcanzará su plenitud cuando tu lengua, tu maldita lengua, comience a caerse en pedazos al suelo!... ¡No descansaré hasta que no la tenga delante de mí hecha migajas! No tengo prisa. Nadie en el pueblo ha preguntado por ti, y nadie preguntará. Aunque te matáramos y arrojáramos al mar tu cadáver. Primero notarán la falta de un perro o de un gato. ¡Nadie te quiere en el pueblo! ¡Eres mala, y haces daño a las mujeres...! Cuando cae la noche, y si sus maridos se retrasan cinco minutos, los celos las carcomen, y les bajan hasta la puerta de la sangre tus noches de amor en el olivar.

LIBERATA: Las brujas son concebidas en el tiempo que tarda el rayo en llegar a la tierra. Luego los truenos redoblan como tambores del infierno.

JUANA: Eres una loca que viene de una casta de locos que soñaban tierras de labranz  en los desiertos y veían hogazas de pan en las piedras. Se cuenta de un abuelo tuyo que le sacó las tripas a un lobo porque le había comido un cordero. Y de otro loco de tu familia se cuenta que fue ejecutado a garrote vil, porque degolló al dueño de las tierras que trabajaba. El muerto no tenía culpa de que tu antepasado no supiera leer ni scribi para enterarse del papel que firmó con el dedo, papel en el que estaba escrito las fanegas de trigo, cebada y avena que debía entregarle, nevara en verano o hiciera un sol de justicia en invierno. Si tenía una prole de hijos era problema suyo y de nadie más. Como también era problema suyo el hambre que padecían todo el día... Tus antepasados eran gente que vivían como animales a espaldas de Dios, del que sólo se acordaban para blasfemar.

LIBERATA: Yo sé un cuento de verdad, con una bruja de verdad, y un marido de mentira que sube de noche a mi olivar.

JUANA: ¡Insistes en tus mentiras y en tus fantas ías, pero después de este escarmiento, cada palabra tuya será un vómito de sangre del que todos se apartarán para que no  les salpique!

LIBERATA: El marido de mentira de la bruja de verdad me probó cuando era niña y aún conserva el gusto en la boca.

JUANA: ¡Pagarás caro el persistir, como persistes, en esa fantasía que el hambre te ha metido en la cabeza desde tu soledad de niña!

LIIBERATA: Es a su corazón de cerdo donde tengo apuntando los cañones de mi escopeta.

JUANA: ¡Todas esas calumnias que has levantado contra un padre de familia, respetado y ejemplar, no han de quedar sin su castigo!

LIBERATA: Cuando va a la ciudad busca mujeres de carne fácil entre luces de neón.

JUANA: ¡M marido sólo busca una mujer y esa mujer soy yo!

LIBERATA: Son mujeres que en habitaciones de luces macilentas le sirven exquisitos platos de sexo sucio, que él devora con lujuria.

JUANA: ¡Y sigo siendo su mujer!

LIBERATA: Babea y gime sobre sus cuerpos desnudos, y con llanto entrecortado les confiesa que está casado con una bruja a la que no quiere ni soporta.

JUANA: (Derrotada, se va quitando todas las joyas, etc.) ¡Mi marido me quiere! ¡Siempre me ha querido! ¡Yo he sido la única mujer en su vida! Me lo prometió el primer día que rompió mi boca con un beso de pasión... Apacentaba los rebaños en los tilares... Yo fui a visitarle para que me enseñara un nido de alondra... ¡Me lo juró mientras me poseía en lo más oscuro de este corralón!... Papá le obligaba a dormir en él, para que las ovejas no estuvieran solas... Y una noche, cuando todos dormían, bajé de mi habitación a verle... Quería enseñarme corderitos azules... Es cierto que mira a otras mujeres... a las jóvenes... a las niñas... Pero sólo es mirarlas, porque al estar sus ojos tan llenos de mí, le impide verlas... Es cierto que va mucho a la ciudad... pero es por asuntos de negocios. Aunque al principio papá no viera en él más que al zagal que contrató para apacentar las ovejas, el nacimiento de la niña y el saber mantener a raya a los jornaleros, le hizo cambiar de opinión, y poner en sus manos la explotación de la finca... ¡Liberata la Mora, arrasaré con fuego tu olivar...! El fuego está interpuesto como un castigo bíblico entre tu familia de indigentes y rebeldes, y mi familia, que ha cimentado su existencia en la riqueza de las tierras, en el respeto de la propiedad privada y en el complimento escrupuloso de las leyes de Dios y de los hombres de bien... ¡Liberata la Mora, se han terminado tus noches de amor en el olivar! (Sale.)

SITUACIÓN 17

LIBERATA: ¡Bruja! Mis noches de amor en el olivar son noches de tensa vigilia, agazapada detrás de una escopeta cargada para matar toda sombra que los perros levanten de entre los ramajes, y no hay noche que una de esas sombras que surgen de la tierra, como si salieran de un sepulcro, no sea la de tu marido, obligado a trepar por los troncos de los olivos, para escapar de los colmillos de los canes... ¡Mira lo placente ras que son mis noches de amor, con toda la sangre de guardia y encesas todas las luces de mis ojos!

SITUACIÓN 18

NIÑA: Volví al corralón cuando la luna salía del mar camino del olivar. Durante noches, desde que apareció como un rasguño sobre la piel del ciclo, hasta que emergió como un barco blanco y redondo en la otra cara del horizonte, seguí atenta su crecimiento y su silencioso navegar por el firmamento... Con los ojos clavados en ella, contaba las horas que faltaban para su plenitud, y observaba el sendero por el que había de subir hasta lo más alto de los cerros... En el corralón, a pesar de los días transcurridos, Liberata continuaba entera. La huelga de hambre que sostenía, todavía no la había quebrado...

SITUACIÓN 19

(La Niña se sienta al lado de Liberata).

LIBERATA: ...esa noche yo la llamé de la Muerte... Vino enroscada en el Amor como una serpiente llena de veneno. Mi Amado del Norte viajó Por caminos de niebla en las monta ñas y me trajo una noche norteña: fría, con bruma en los bosques de robles y haya, con pájaros cantando a la tristeza... y al fondo, el ronco bramido de un mar rompiendo contra el acantilado... El Amado del Sur me trajo una noche cálida, con luna llena y cielo azul, y mar de aguas tranquilas, por las que navegaban hermosos barcos con rumbo al fin del Mundo... Yo les amaba. Pero esa noche cada uno quería que yo fuera suya. .. Se desafiaron a muerte. Sacaron las navajas y comenzaron a buscarse la sangre... La encontraron al amanecer, cuando los hombres se iban a los campos y las mujeres sacudían las migas de pan de los manteles...

(La Niña va hacia la puerta. Pausa. Vuelve la guitarra.)

NIÑA: Liberata, la luna ya sube por el sendero de la serranía,

LIBERATA: ¿A qué altura está?

NIÑA: Cerca del olivar.

LIBERATA: Acércate niña, y no olvides lo que voy a decirte antes de marcharme... Los corrales de este pueblo son más limpios que los pensamientos de las gentes que tutean a Dios ... Ahora te confesaré mi gran secreto ... Mi locura ha sido mi juguete. Lo construí yo misma cuando tenía manos de niña, con los materiales de la tristeza, la soledad y la indiferencia de las gentes. Aferrada a él, como un náufrago a un tronco, crucé los dolorosos días de mi infancia, y las interminable noches de miedos infantiles... Después, cuando aquel dolor quebró mi cuerpo, me fue más necesaria que nunca, y, a la muerte de madre, hice con ella mi mundo....

(Pausa. Guitarra.)

NIÑA: Liberata, la luna ya ha subido hasta lo alto de los cerros.

LIBERATA: ¡Esa es la señal de que ha llegado mi hora! (intenta desamarrarse) Niña, pon aquí tus dientes, a ver si entre todos forman un cuchillo.

SITUACIÓN 19

(Entra corriendo María Manuela)

Mª MANUELA: ¡Liberata, tu olivar es una inmensa hoguera!

LIBERATA: ¡Pueblo de cainitas! ¡Húndete en lo profundo de la tierra! ¡Que habiten los lobos vuestras casas y que las ratas coman vuestro pan!

Mª MANUELA: (cortándole las sogas) ¡Corre! ¡Vete de este pueblo antes de que el fuego te alcance a ti también!

LIBERATA: ¿Qué mal nacido ha llevado el fuego a mi mundo?

Mª MANUELA: ¡Ha sido madre! ¡Yo la he visto subir con llamas en las manos y en los ojos! (Sale.)

SITUACIÓN 20

JUANA: Sí. Yo subí en fuego al olivar y lo sembr é por los cuatro costados... ¡Siempre deseé convertirlo en cenizas! Coger luego un puñado de ascuas para metérselas por la boca... Sólo el fuego es capaz de convertir su lengua en cenizas ... Una mujer que procede de una familia en la que entre sus antepasados figuran una santa y dos mártires de guerra, no puede ni tiene por qué soportar injurias, ni calumnias de un animal salvaje, que vive en pleno monte como los animales salvajes.

SITUACIÓN 21

Mª MANUELA: Cuando el fuego arrasó el olivar, yo sentí un desgarro, como si las manos incendiarias de mi madre me tubiera arrancado otro hijo de las entrañas... La fuerza de las llamas parecía que tubiera alcanzado también a nuestra casa. Al entrar en ella, para mí todo eran cenizas: desde el comedor de nogal, hasta la cestita de dormir el gato... Y sobre aquel polvo humeante nos movíamos tres seres que se odiaban. Aunque papá y mamá llevaban una vida entera odiándose, el odio, que incluso les hacía verse en la oscuridad, no alcanzó todo su vigor hasta la quema del olivar... que también era el mundo de papá... Si no era capaz de poseer a Liberata, al menos el deseo y la esperanza de conseguirlo daban sentido a su estúpida vida de rentista de unas tierras por las que se había casado con mamá ... Con la ilusión de un niño que espera un juguete prometido, esperaba él las noches oscuras... ¡Maldecía a la luna! Él quería la oscuridad, para trepar por sus caminos al olivar, y gritarle a Liberata su amor, sus deseos y su loca pasión. Al borde del llanto le juraba que sería más feliz viviendo con ella en aquella cabaña, apacentando las cabras y comiendo aceitunas silvestres, que durmiendo en la cama de cerezo y comiendo faisán real... ¡Y a gritos le promet ía hijos, dinero, vestidos, joyas!... ¡Felicidad!

SITUACIÓN 22

NIÑA: Mientras ardía el olivar, yo recordaba el incendio de la vieja almazara de D. Rafael. Para este fuego tocaron arrebato las campanas, y los bomberos acudieron rápidos.  El fuego del olivar se extinguió él solo cuando llegó al camino de piedra. Las gentes del pueblo ni siquiera le prestaron mucha atenci ón... Algunos de los hombres que subían de noche a él andaban nerviosos ... Mis padres se disgustaron mucho. Padre repetía costantemente que aquel fuego era una injusticia... Madre, entre sollozos, solo atinaba a decir: .Pobre Liberata, pobre Liberata.... Luisillo salió de su soledad, y sentándose en la plaza del pueblo, escribió sobre el suelo: .Réquiem por el olivar de Liberata la Mora., y tocó con rabia su guitarra.

SITUACIÓN 23

Mª MANUELA: Papá entró furioso en casa, y te gritó: .¡Estás loca!, ¡Estás loca! ¡Merecerías que te arrastrara hasta ese fuego que tú has encendido, y te quemaras también en él!.

JUANA: Más que furioso, entró como un toro desbocado, pero yo no me inmuté. Encendí un cigarrillo, y sin mirarle, le respond í: .Recuerda que en mi habitación guardo una pistola cargada con ocho balas, todas expresamente para ti... Y se marchó a la ciudad a llorar su pena bajo las luces de neón.

SITUACIÓN 24

JUANA. Desde muy antiguo reina en este pueblo un orden tan viejo como el mundo: Dios está en su sitio y las tierras en las manos depositarias de ellas. Los vientos entran por sus calladas, las lluvias en su momento y las cigüeñas a su tiempo. Cuando comienza a caer la noche, los perros ladran a las primeras sombras y los gallos cantan rayando el alba.

LIBERATA: La historia de nuestra familia se ha escrito sobre el dolor de mujeres enlutadas cavando hoyos en la tierra, para muertos sin ataúd.

JUANA: En este pueblo sólo se han permitido los cambios que inexorablemente ha traído el progreso: tractores por carros y yuntas. Cosechadoras por cuadrillas de segadores Luz eléctrica por candiles.... y una mayor variedad de caramelos y golosinas para niños... Las mismas oraciones, las mismas ideas y el mismo tamaño de pan en las hogazas. El haber transcurrido tantos años sin alteraciones, le confiere un carácter natural. Tan natural como puede ser el cambio de estaciones. Así lo hemos recibido nosotros y así lo transmitiremos nosotros a nuestros hijos.

LIBERATA: Y esa historia se ha escrito en los campos de trigo, sobre espaldas encorvadas de hombres con hoces en las manos, en los días de sol de justicia y en noches de vino y silencio, fumando cara a las estrellas, rientra se esperan los primeros destellos del amanecer para volver a la siega.

JUANA: Pretender alterar ese orden es tanto como pretender matar a Dios, cegar las cañadas, alejar las lluvias y espantar las cigüe- ñas... Pues eso es lo que ha pretendido la familia de locos que son los Moro. Se cuenta que el primer antepasado, llamado Juan el Moro, llegó al pueblo a lomos de una escuálida mula, y se juntó a una mala mujer que vivía bajo un carro. La preñó, y cuando nació el hijo, arrastraron el carro hasta unas tierras de mis antepasados, y navaja en mano, gritó desafiante: .¡Esta tierra es mía!.. Ese fue el primer conflicto de una larga cadena de conflictos, que termina en la maldita lengua de Liberata. Ese grito desafiante originó el primer fuego de una larga cadena de fuegos que ha concluido en el fuego que arrasó el olivar.

LIBERATA: Era en aquellas soledades de tabaco, vino y silencio donde se forjaba en la sangre de los hombres el viento arrebatado de la ira, mientras que en el corazón de las mujeres, contemplando cómo los hijos dormí- an entre sus brazos, se mecía el viento sordo de la resignación.

SITUACIÓN 25

Mª MANUELA: Rechazo tu pan, y te regalo las sábanas de hilo para que los celos te sigan carcomiendo en ellas, pensando que tu hombre se deja la piel de sus pies, buscando otros olivares con otras Liberatas.

JUANA: Eres tan egoísta que nunca renunciar ás a tu vida regalada, con criada que te sirve el desayuno en la cama y te ayuda a desnudarte por la noche.

Mª MANUELA: Marcharé sin deciros adiós. Aprovecharé el momento en que el odio es tan intenso que ninguno de los dos me veáis abrir la puerta. Sobre la cama dejaré todas mis pertenencias: desde la bandeja del desayuno, hasta la última visa que me has regalado... Pasado un largo tiempo es posible que vuelva, quizás cuando comiences a olvidarme. Pero volveré con un cuchillo largo para cobrar la sangre de un hijo que me debes. Esa noche de cuchillo largo fregaré los retretes con tu sangre.

JUANA: Puedes marcharte cuando quieras y a donde quieras. Y también puedes volver cuando te apetezca, pero procura volver humilde, y pedirme perdón antes de entrar en la casa... En cuanto a ese asunto de la noche del cuchillo largo, me lo tomo como un mal chiste que has querido contar y no has sabido.

Mª ANUELA: Entonces permíteme que te cuente este otro, quizás le encuentres la gracia, aunque yo no la tenga. Liberata te ha vencido. Sin pretenderlo te ha robado el cari- ño de papá.

JUANA: ¿La has visto tú?

Mª MANUELA: Yo y todo el pueblo. De nada te ha servido tu dinero y tu rancio apellido, heredado de una de las grandes familias de estas tierras... Se ha deshecho ante su pobreza y su juventud.

JUANA: Es un chiste demasiado largo, ¿no?

Mª MANUELA: Termino ya. La leyenda de las noches de amor en el olivar de Liberata te la has inventado tú, para tener un motivo .legal. para perseguir a esa pobre chica. Ningún joven del pueblo ha subido jamás a molestarla. El que sí ha subido noche tras noche ha sido papá, tu marido, que la violó cuando era niña, igual que te violó a ti.

JUANA: ¡Zorra!

SITUACIÓN 26

MUCHACHA: Liberata, las cosas que mal empiezan, mal acaban. Y tú has de reconocer que no has empezado nada bien tu vida. Por otra parte, sabes que quien siembra vientos, recoge tempestades. Y tú has sembrado muchos vientos... Siento que te hayan quemado el olivar, aunque fuera un olivar silvestre y tu madre lo hubiera obtenido por medios lícitos. Sí, es cierto que se lo ha regalado don Rufino. Pero, ¿por qué? ¿Cuál ha sido el motivo? Y una vez analizado el motivo, ¿qué resultado ha arrojado? ¿Lícito? ¿Ilícito? Ciertamente que ha cuidado maravillosamente de él. Ciertamente que él, en pago, le regaló el olivar silvestre. En este punto se abre otro interrogante. ¿Ha sido lícito o ilícito ese cuidado? ¿Era lícito que durmieran juntos? Es decir, que estuvieran amancebados. ¡No! Ese amancebamiento, al igual que todos los amancebamientos, es ilícito. Dios los castiga. Aunque don Rufino fuera ateo y anarquista, Dios también le podía castigar... Liberata, podías ser un poco más educada y ponerte al menos de pie cuando te hablo. No olvides que yo sembré mi palabra sobre tu alma infantil, y por consiguiente llevas algo de mí dentro de ti. También debieras agradecerme que subiera hasta este alto donde estaba ubicado tu olivar silvestre... Ya veo que hablarte a ti es como hablarle a las piedras del camino. Pero yo he cumplido con mi deber de solidaridad cristiana subiendo hasta este monte. ¡Adiós, Liberata la Mora! (Sale.)

SITUACIÓN 27

LIBERATA: Han vuelto las cenizas, madre. Las trajo el fuego que desde el principio de nuestra casta arrasó casas y cosechas, persiguiendo la voz antigua, rebelde, nacida del hambre de pan, de tierras... Y que desde lo alto de los montes clamaba por la hora de los justos, empujando la espada justiciera... Han vuelto las cenizas, madre, y otra vez habremos de amasar con ellas el pan y lavar el rostro ensangrentado de nuestros muertos... Han vuelto las cenizas, madre...

(Se echa sobre las cenizas.)

SITUACIÓN 28

Mª MANUELA: Liberata, si cuando llegue la hora de los justos necesitaras mi sangre para saciar su sed de justicia, y mi carne para colmar su hambre de pan, aquí tienes mi cuello, desnudo como el de una garza, para que cuando la espada justiciera caiga sobre él, el tajo sea limpio, conciso...

LIBERATA: Mis muertos sacian su sed y colman su hambre en la generosidad de unas tierras que no haya calcinado el fuego... Por eso habitan en un lugar al que no llegan las llamas, y en el que los trigos maduran con sosiego... Es un lugar con días luminosos y noches que la luna pinta de blanco, y donde los vientos más largos alcanzan el aliento de un hombre cuando saluda efusivamente a un amigo... y donde la lluvia más torrencial tiene el tamaño del llanto de un coro de niños llorando de alegr ía... Yo voy hacia ese dichoso lugar para descansar al lado de madre, pues esta noche deseo dormir en su regazo, rientra me canta la nana del mar bueno, que llegaba manso hasta la cunita de un niño para dormirle.

Mª MANUELA: ¡Liberata, pídeme que me vaya contigo! ¡Déjame llenar con esos días y esas noches un pozo negro y hondo que la muerte de mí hijo me ha cavado en las entrañas...! Un pozo en el que he ido arrojando los días que ya nacían muertos a mis pies, y las insoportables noches que el insomnio alargaba hasta rozar con los dedos los cabellos de la locura...

LIBERATA: No puedes acompañarme, Mª Manuela. Hemos de ir descalzas por caminos de cenizas, y tus pies pisarán fuerte, sacando al fuego de las cenizas.

Mª MANUELA: ¡Dime tú cómo se pisa! ¡Enséñame a caminar por ellas, sin que mis pies desnudos despierten al fuego de su suelo!

LIBERATA: Es imposible, Mª Manuela.

Mª MANUELA: ¡Imposible es que los muertos resuciten y que los niños nazcan viejos! ¡Imposible es que la noche comience al alba y que los ríos trepen a las montañas!... ¡Esas monstruosidades si son imposibles...! Pero que yo no pueda caminar por tus caminos de cenizas no. ¡Y como prueba te ofrezco mis pies descalzos! ¡Oblígalos a caminar por las cenizas de tu olivar, y si los vieras pisar más fuerte que las mariposas cuando se posan en los pétalos de las rosas, yo misma los cortaré, y continuaré la marcha arrastrándome, aunque el fuego despierte, y enfurecido me envuelva en sus llamas!

LIBERATA: Esa misión también es imposible, Mª Manuela. Y es imposible porque para que tus pies no sientan él golpe del fuego tendrían que haber iniciado el camino desde un punto lejano, muy lejano.

Mª MANUELA: ¡Señálame tú ese punto!

LIBERATA: No está en la geografía. Está en la misma boca del hambre, porque en nuestra casta, antes que la sangre fue el fuego, y antes que el fuego... el hambre. Y han sido los caminos de hambruna, que hacen ladrar el estómago de los niños, los que han forrado las plantas de los pies con la piel de las piedras. Después, caminar por los caminos de cenizas es como caminar descalzo por las arenas de una playa que el sol ha calentado tibiamente... Mª Manuela, recordaré siempre que el fuego que se enfrentó a las mujeres y a los perros salió de tus manos.

Mª MANUELA: ¡Se lo había robado a madre de los ojos!

LIBERATA: También recordaré que cuando ya me rendía a los canes, una lluvia de pietra los ahuyentó.

Mª MANUELA: ¡Arrastré hasta ellos una roca y la deshice con mis gritos!

LIBERATA: Y cuando las mujeres me tenían a su alcance, el fuego que tu enviaste animó al caballo a saltar por encima del cerco de dientes afilados que buscaban mi cuerpo... Adiós, Mª Manuela. Madre me está llamando, y como hace tanto tiempo que no nos vemos, estamos deseosas de encontramos para hablar de nuestras cosas...

Mª MANUELA: ¡Adiós, Liberata!... Con tu negativa me empujas hacia caminos de soledad...

LIBERATA: De esas cosas que las madres suelen hablar con sus hijas: de los chicos que a la noche llaman a las rejas de las ventanas...

Mª MANUELA: Seré peregrina por esos caminos portando el estandarte de mi sufrimiento... Estandarte en el que bordaré tu rostro con hilos de sangre. (Sale.)

LIBERATA: De ese vestido, hija, que he visto en la tienda, y que te quedará como si hubieras nacido en él... Le contaré cómo siguen en el estío madurando los trigos, y le recordaré cómo cantan locos de alegría los pájaros porque ha llegado la primavera... Son las cosas que a madre le gustaban y la  hacían feliz... Como subir a lo alto de los cerros para ver pasar los vientos ... O gritarles a los marineros de los barcos lejanos de alta mar, que ella era una sirena que se había escapado del mar, porque se había enamorado de un hombre que araba la tierra con sus manos...

SITUACIÓN 29

NIÑA: Seguí a Liberata hasta que se perdió por los caminos de ceniza que un fuego voraz abrió por los montes. Desde uno de aquellos caminos me llamó, y me prometió que volvería cuando reverdeciera el olivar. Y me mandó plantar un esqueje de olivo, y que cerrara los ojos, y que cuando los abriera, el olivar habría brotado de entre las cenizas como un inmenso ave fénix... Yo no quiero traicionar a Liberata, pero la verdad es que todavía no lo he plantado... Yo voy a hacer como ella... (Confidencial.) Les confesar é un secreto que llevo guardado en mi sangre... No es miedo... pero eso de que cuando plante el esqueje, cierre los ojos, y ¡zas, hala!, todo el olivar con sus olivos de pie ante mí, la verdad, me da un poquitín de... Voy a confesarles otro secreto. El último. Desde que se marchó busco la luna en los cielos de la noche... y cuando está grande como una hogaza de pan blanco, me parece ver en ella el rostro de Liberata.

FIN